Días sin sol.
De nuevo la soledad como compañera de asiento,
la enfermedad, como motivo vivo
y la mente como billete de lejano viaje.
Agoto los días pensando que llegarán aquellos mejores.
No engaño:
La ciudad ayuda de manera paradójica aunque apenas salga a pasearla.
Los cafés, los collages, el trabajo pensando en la vida normal que ahora falta,
las películas que no siempre enganchan y los libros.
Me gusta mirar fotos y recordar tiempos pasados,
aunque a veces se convierta en arma de doble filo.
Me encanta saber que hay alguien al otro lado,
cuando subo una story o cuando me vuelvo obsesiva con esas ideas que me surgen.
Y puede que la obsesión de siempre haya sido ésa: que me lean, que me atiendan
y que recojan la botella, de orilla a orilla.