A mí me educaron en el aburrimiento de las tardes vacías,
las mañanas de calor inventadas
bajo el abrigo de una sombra esperanzada en un paseo.
Atesoré cada una de esas salidas como el más preciado regalo
que me sacaba de un hastío sobrellevado,
convertido en compañero de juegos invisibles.
Los espejismos adultos de una vida nueva y distinta
siempre desembocan en aquellos desiertos,
tarde o temprano.
Y ahí es donde me vuelvo a encontrar,
pequeña y vulnerable.
Llena de miedos y sueños.
Esta vida que se sigue parando.
Me ha encantado 😊