De siempre me gustó pensar en voz alta, sin tener la exacta certeza acerca de quién me estaría escuchando.

Por eso llamo a mis reflexiones “botellas al mar”. Pensamientos leídos bajo los influjos de la más absoluta de las tristezas, o la más suprema de las alegrías, siendo a veces ambas las mejores compañeras para la inspiración.

Quizás alguna de ellas llegue a tu orilla. Te pido que la leas con el mismo cariño con que fueron escritas, y si quieres devolverla, será un tesoro conocer que hay alguien, perdido entre palmeras, al otro lado de la orilla.

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Lanzar botellas al mar se convirtió en una bonita costumbre de aquellos veranos desiertos, cuando buscaba aliento en alguna lejana orilla.